Sería mucho el soñar que abandonas tu trabajo celestial, que le dices adiós a tu hombre, a ese que es seguridad y costumbre, que te alejas sin mirar las montañas para vivir donde sólo hay llanura y entrañas, y que vienes sin más a brindar esos labios trabajados en cobre.
Confieso haberte soñado de nuevo con tus pulseras en las venas, los Benson en la mesa, la libreta y las mentas que no se manchan, con el libre aroma de tus dedos al café, del café a tu sofá y del sofá a la alfombra sin tocar cama, hasta que amanezca.
Desde la calle me despido agitando la mano, deseando dormir a tu lado.
Goyette
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