28 de abril de 2010

Los cigarros cada vez no son menos

Evitando el dolor, los cigarros cada vez no son menos, el tiempo diseñado a cuatro horas, y el olor a calle de un cielo enfermizo, se hacen trampa en la apestosa calma de los suspiros.

Lloramos de tarde y nos aburrimos de día, la noche pasa en el calor del descanso tras una barra, todos callan el corazón y alzan el vaso. Los tragos tampoco son menos.

Las balas partiendo la ciudad, el polvo inmigrante de las banquetas, y un ritmo tropical suena en los altavoces de los almacenes del centro.

Extraño a los amigos, el desenfreno y las horas perdidas de madrugada viendo algún abierto de tenis por la televisión.

24 de abril de 2010

Café de máquina

Esta ciudad no duerme, pensaba Gisselle mientras el taxi se orillaba junto al hospital, tampoco lo haría ella hasta saber a Rubí fuera de esa pesadilla, imaginaba lo peor, sobre todo por la expresión de dolor que había mostrado Don Gustavo.

Al bajarse del taxi, Gisselle suspiró y asió su bolsa, sería una noche larga y sin su amiga al otro lado de la ventana para fumarse un cigarro.

Tras unas tres largas horas de estar sentada en una incómoda banca de fibra de vidrio y sin que le dieran razón sobre el estado de su amiga, decidió salir a tomar el fresco y prender un diminuto sol entre sus dedos ante la noche grande de la soledad.

Con una sensación de caída y una mancha de saliva sobre su hombro se despertaría horas después ya con la compañía del rumor de las primeras filas de la mañana y el olor del café de máquina.

Un médico rubio de rostro curtido sería el primero en hablarle del estado de su amiga, no tendría de que preocuparse, sanaría pronto de las fracturas y del derrame de su ojo derecho, afortunadamente no había perdido ningún diente, pero sería un proceso lento el de su recuperación psicológica, ya que para una mujer no es nada sencillo perder una oreja.

6 de abril de 2010

Carmencita

Hasta los catorce años su vida había transcurrido normalmente, claro que no vivía en la opulencia ni tampoco en la pobreza pero sabía que la vida implicaba un esfuerzo de todos los días, por ello ayudaba a su madre en la pequeña fonda sirviendo a las mesas, recogiendo la basura y procurando todos los detalles del pequeño local, mientras su padre supiera dios en qué lugar estaba metido.

Don Pedro rodeado de hombres de rostro grasiento y moreno como el suyo pasaba más de medio día metido en un depósito de cervezas que funcionaba como cantina-billar clandestina, es decir era todo un “hombre de negocios” en un club social de paredes tapizadas con posters de Maribel Guardia y Paty Navidad, el resto del día lo dedicaba al ejercicio horizontal de trescientos pesos por sesión en un putero enclavado en el mercado principal.

Como quiera su padre llevaba algo de sustento al hogar y su madre como millones de madres en México soportaba todo el peso del hogar, logrando procurar lo necesario para que su Carmencita estudiara por las tardes y llevara su falda verde olivo bien limpia y planchada.