Comienza el desafío en los bosques celtíberos, dónde el alma se pone a resollar al ritmo frenético de los tambores tocados por monjas con afilados dientes.
De pronto los vestidos se ponen de pie para iniciar la milenaria danza de los duendes engorrados de manteca gris, todos están invitados a oler las rosas verdes, mientras nos untamos hierbas en los ojos y bebemos de la corona de sueños espinados.
La noche es larga y las páginas saben a sepia; para aguantar el viento entre los dedos somos héroes que luchan con ira amante por los caminos polvorientos de la comarca.
Tenemos que cortar aquí porque ya se olfatea el hedor de cabezas calvas.
Cargad las fanegas.
De pronto los vestidos se ponen de pie para iniciar la milenaria danza de los duendes engorrados de manteca gris, todos están invitados a oler las rosas verdes, mientras nos untamos hierbas en los ojos y bebemos de la corona de sueños espinados.
La noche es larga y las páginas saben a sepia; para aguantar el viento entre los dedos somos héroes que luchan con ira amante por los caminos polvorientos de la comarca.
Tenemos que cortar aquí porque ya se olfatea el hedor de cabezas calvas.
Cargad las fanegas.