22 de febrero de 2009

Serpientes amarillas

Ese olor, aquella humedad, se queda, no soy yo, pero inflama y excita mis sentidos, me provoca un poco de asco, pero permanece en mi habitación, es un olor central, pero no está en ningún lado, pero lo abarca todo, y renuncia a marcharse.

He abierto la ventana clausurada, quizá sea eso.

Sigue, y más personas se percatan de ello, me repaso el olfato por las axilas y huelen mal, pero no es ese olor, busco debajo de la cama esperando encontrar una lata de calamar en aceite, sólo encuentro polvo, y un aparato de ejercicio de fin de siglo cubierto con hule espuma color azul.

Me pregunto si las serpientes amarillas apachurradas a medio camino de su hogar tendrán olor.

Goyette

3 comentarios:

Anónimo dijo...

En la escuela donde estudiaba, encontraron una vez dos serpientes:
una era negra y otra amarilla.

Este relato me hizo volver hasta esos días.


Saludos cordiales.


Gabriela

Carlos Gregorio dijo...

No les tenía miedo, porque pensaba que no existían.

Un abrazo de Canela.

Catriela Soleri dijo...

A mi lo que me causa es tristeza. Pobre desdichada.