Ese olor, aquella humedad, se queda, no soy yo, pero inflama y excita mis sentidos, me provoca un poco de asco, pero permanece en mi habitación, es un olor central, pero no está en ningún lado, pero lo abarca todo, y renuncia a marcharse.
He abierto la ventana clausurada, quizá sea eso.
Sigue, y más personas se percatan de ello, me repaso el olfato por las axilas y huelen mal, pero no es ese olor, busco debajo de la cama esperando encontrar una lata de calamar en aceite, sólo encuentro polvo, y un aparato de ejercicio de fin de siglo cubierto con hule espuma color azul.
Me pregunto si las serpientes amarillas apachurradas a medio camino de su hogar tendrán olor.
Goyette
3 comentarios:
En la escuela donde estudiaba, encontraron una vez dos serpientes:
una era negra y otra amarilla.
Este relato me hizo volver hasta esos días.
Saludos cordiales.
Gabriela
No les tenía miedo, porque pensaba que no existían.
Un abrazo de Canela.
A mi lo que me causa es tristeza. Pobre desdichada.
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