23 de julio de 2008

El Espejo del Monstruo

Por las calles de Sevilla se percibe un horror más punzante que el cotidiano, gente estrafalaria en un festival de teatro callejero, consignas en los muros musicales de una ciudad llena de monstruos y un inspector que parece uno de ellos.

El Espejo del Monstruo, obra deliciosamente lóbrega del autor español Juan Ramón Biedma, donde el olor calcinado de la superstición, la religión y la abominación en el corazón de verdaderos monstruos se funden en una sofocante novela de monstruosidad y martirio.

Biedma consigue adentrarnos a un submundo lleno de malformaciones, ignota sexualidad y a la condena misma del aislamiento más profundo de nuestro ser, permitiéndonos descubrir al monstruo que yace arañándonos las entrañas.

Una vez emprendida esta aventura negra, será decisión de cada uno reconocer su propia anomalía y decidir aniquilarla o sobrevivir en esa mendicidad de la cual son conscriptos los verdaderos monstruos.


Goyette Dos Gallos


16 de julio de 2008

Rosas clandestinas



Una nueva tierra que se pretende construir
con espacios para vivir,
sin prejuicios que seguir,
harto de ondear banderas,
y de meternos con rameras,
vamos, que tenés al che en vuestras remeras.


¡Al sistema hay que combatir!
Antisistema para sobrevivir.
Luchando para no morir.
Al sistema hay que combatir.
Hoy quiero vivir.


Rosas clandestinas,
que de plazas tienen que huir,
sus espinas los han de herir.
Por su belleza tienen que sufrir.


¡Al sistema hay que combatir!
Antisistema para sobrevivir.
Luchando para no morir.
Al sistema hay que combatir.
Hoy quiero vivir.


No hay patria que sentir
si el Estado nos ha de perseguir.
No queremos huir,
De aquí somos y no nos vamos a ir.


¡Al sistema hay que combatir!
Antisistema para sobrevivir.
Luchando para no morir.
Al sistema hay que combatir.
Hoy quiero vivir.


14 de julio de 2008

Un cielo para dos aves

En el centro del lago de la luna, veo ese reflejo que pasa entre llamas y espadas, torres que se desmoronan al dulce beso de los cañones enfermos.

La locura se desvanece el un recuerdo lírico de crónicas ya bastante sudadas, en penitencia por cambiar su nombre de la tierra por el de un cristiano que ni siquiera es de judea.

Bendita Extremadura que nos dio en agua y pólvora a tan valientes visionarios, mi querido Cortés y mi apreciado Valdivia, fundadores y conquistadores de hombres y tierras ignotas.

Si pudiera asirme a sus barbas, aspirar de su aliento y todavía hablar el náhuatl o sentirme araucano, habría dominado la naturaleza propia de mi raza cósmica.

Un cielo para dos aves, una que lleva una serpiente en el pico y otra que volando pasa, bien podrían fundirse en una alquímica aleación o ser bordadas para un solo blasón.

5 de julio de 2008

Charcuterie

Se me han acabado los cigarros, y me he quedado con dos o tres palabras reprimidas en los dedos, una línea grasosa en la frente y con un íntimo campo de vello, en el mentón no tan prominente.

Son noches como esta, donde la neutra esclavitud de la luz en tinieblas, se regodea de invocar a un espíritu que me desprende de mis ropajes, entra por mis poros, subsana mis labios, jala de mi cabello, desliza caricias por mis mejillas y baja por el alba, estremeciendo mi gravedad y mi risa en tierna calma.

Felación va bien con una canción, una donde se pierda el tiempo como un niño mugroso en pleno mercado, donde los ritmos afroindoamericanos se confundan con el cortar pescuezos de pollos famélicos, entre miseria y jarana, donde la caída muda de las crestas me de un jalón de aire que me aprisione de la cintura para abajo.

Seguir inhalando con la misma cadencia ya no puedo, buscaré un pausa en la limpia oscuridad, hundiéndome entre luna y almeja sin vacilaciones; mi boca, una musa acuosa, de una noche que no ha sido infructuosa.

2 de julio de 2008

Concédeme un beso macerado

Era una terrible tarde para escribir versos y también lo era para recordar los besos, me quedé sin ninguno de ellos, sólo bostecé perros que le ladraban a la tierra, y rayos ignotos que blasfemaban a diestra y siniestra.

Me abrí en canales que desollaron el púrpura de nuestras manos, y que cantaban a coro, el mal de nuestros hermanos.

No experimenté desasosiego, cuando vi la ráfaga del sentido materno entregándose al delirio colectivo de los hijos secuestrados.

Son muchas las penas encaramadas a dichos superfluos de falacias sinuosas e hilarantes.

Concédeme un beso macerado y un rizo dorado, y si quedaran lágrimas, también la promesa de toda una vida en el campo abnegado.