Era una terrible tarde para escribir versos y también lo era para recordar los besos, me quedé sin ninguno de ellos, sólo bostecé perros que le ladraban a la tierra, y rayos ignotos que blasfemaban a diestra y siniestra.
Me abrí en canales que desollaron el púrpura de nuestras manos, y que cantaban a coro, el mal de nuestros hermanos.
No experimenté desasosiego, cuando vi la ráfaga del sentido materno entregándose al delirio colectivo de los hijos secuestrados.
Son muchas las penas encaramadas a dichos superfluos de falacias sinuosas e hilarantes.
Concédeme un beso macerado y un rizo dorado, y si quedaran lágrimas, también la promesa de toda una vida en el campo abnegado.
Me abrí en canales que desollaron el púrpura de nuestras manos, y que cantaban a coro, el mal de nuestros hermanos.
No experimenté desasosiego, cuando vi la ráfaga del sentido materno entregándose al delirio colectivo de los hijos secuestrados.
Son muchas las penas encaramadas a dichos superfluos de falacias sinuosas e hilarantes.
Concédeme un beso macerado y un rizo dorado, y si quedaran lágrimas, también la promesa de toda una vida en el campo abnegado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario