2 de julio de 2008

Concédeme un beso macerado

Era una terrible tarde para escribir versos y también lo era para recordar los besos, me quedé sin ninguno de ellos, sólo bostecé perros que le ladraban a la tierra, y rayos ignotos que blasfemaban a diestra y siniestra.

Me abrí en canales que desollaron el púrpura de nuestras manos, y que cantaban a coro, el mal de nuestros hermanos.

No experimenté desasosiego, cuando vi la ráfaga del sentido materno entregándose al delirio colectivo de los hijos secuestrados.

Son muchas las penas encaramadas a dichos superfluos de falacias sinuosas e hilarantes.

Concédeme un beso macerado y un rizo dorado, y si quedaran lágrimas, también la promesa de toda una vida en el campo abnegado.

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