5 de junio de 2012

Sin número

No valía la pena pedirle su número, rara vez contestaba, si es que traía móvil, sólo quedaba esperar, era una cuestión de libertad, uno de esos resabios de resistencia tecnológica.

Dadas las circunstancias resultaba más sencillo presentarse en el bar y preguntar por ella, ese método era más provincial y menos severo. Y cuando los tiempos coincidían bastaba con aguzar la mirada y encontrarla en una mesa absorta en sus pensamientos con cerveza en mano.

El saludo de mejilla sobraba, ante un choque de cuellos de botellas y una cajetilla estirada.

Así eran nuestros días antes de que partiera a la playa.

@GregorioSU

1 comentario:

Anónimo dijo...

Algo delicado y difícil...
cuántas veces uno no anduvo por ahi errante y preguntando si ha pasado, si vino, si alguien le vió...

comparto esa nostalgia me alegra saber que escribes.

saludos,

g