Evitando el dolor, los cigarros cada vez no son menos, el tiempo diseñado a cuatro horas, y el olor a calle de un cielo enfermizo, se hacen trampa en la apestosa calma de los suspiros.
Lloramos de tarde y nos aburrimos de día, la noche pasa en el calor del descanso tras una barra, todos callan el corazón y alzan el vaso. Los tragos tampoco son menos.
Las balas partiendo la ciudad, el polvo inmigrante de las banquetas, y un ritmo tropical suena en los altavoces de los almacenes del centro.
Extraño a los amigos, el desenfreno y las horas perdidas de madrugada viendo algún abierto de tenis por la televisión.
2 comentarios:
Me identifico con estas palabras, me identifico con el sentmiento de dejan las horas que se escapan iguales, día tras día, que rara vez aportan algo más que no sea el fomento de los amados vicios. Un fuerte abrazo amigo. Fresas.
Eso es lo delicioso de cada día, el sol sigue sobre nosotros.
Saludos.
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