21 de marzo de 2009

Zapatos fríos o donde comienza

Con los muslos fríos y el radio encendido se sentía morir cada tarde, encerrada en la nevera en que se convertía aquella tienda de zapatos durante el verano, ya que al anochecer tendría que regresar al infiernillo de su departamento, con montones de deberes domésticos por hacer y el cigarrillo nocturno calado con una de sus vecinas insomnes del piso de arriba.

Le pesaba más o menos la vida, tenía libros por leer, pero sin tiempo para ellos, ilusiones por doquier y muchos zapatos feos que vender. Le venía mal la temporada, nadie quiere comprar calzado a medio año y menos con esta crisis financiera, pero eso sí, jamás faltaba alguna regordeta de pies callosos que entrara y preguntará por algún modelo sólo para descansar y refrescarse un momento.

De vez en cuando recibe la llamada de quizá su única amiga (amistad adquirida cuando todavía cursaba la prepa abierta durante dos horas diarias y que se consagraría a los pocos meses en un concierto de La Academia), la cual la insta a salir con ella y su novio, pasando invariablemente por ella a eso de los ocho y media, para alcanzar alguna promoción de jueves, se toman las cervezas que alcanzan, y con la cuenta justa se van.

A los pocos minutos ya están dejando a Gisselle en la entrada del edificio, a esa hora en que sólo viven los taxis entre semana y se levanta Don Gustavo de su apacible sueño de portero, para que Brenda respondiendo a su primer nombre, no falle a ese ritual que la lleva a quemar un sol diminuto entre labios compartidos con Rubí, su vecinita de arriba.

Goyette

11 de marzo de 2009

Crónica del pájaro que da cuerda al mundo

La luz del exterior nos puede cegar, será mejor que guardemos los ojos, y nos abstengamos de pensar e imaginar, si abren el pozo lo que damos por cierto podría terminar.

Los sueños y la realidad se han mezclado de forma fascinante en un solo mundo, el de Tooru Okada protagonista de la obra de Haruki Murakami “Crónica del Pájaro que da cuerda al mundo”.

El adentrase en este viaje onírico, es bajar a las profundidades de la tierra, donde cada pulsación se pierde en la oscuridad de nuestros pensamientos, limitándonos a tratar de asir una cuerda que nos mantenga vinculados con la luz de un mundo confrontado.

Antes de bajar por este húmedo pozo de letras que nos regala Murakami es recomendable acercarse un bate de baseball, tener a alguien de nuestra confianza que vigile desde la casa de enfrente y suficiente protector solar por eso de las manchas en la piel.

Si han dejado de fumar, compren dulces de limón y arriésguense a descender a un sueño vívido.



Goyette

1 de marzo de 2009

Esas horas calladas vendrán después

Tras cada jornada, en los últimos minutos de la tarde noche, le damos a la audiencia el resumen de lo aprendido, esa lección que hemos tomado a base de lo vivido, ya sea en el mismo día o tras una serie de días y que nos ha llevado a un valioso aprendizaje.

Se nos va la tarde, y seguimos en lo mismo, en ese escurridizo anhelo que se lleva el sol, caminamos arrastrando un pie, apartamos piedras, volteamos tras un llamado que no vemos, no oímos.

El interlocutor a un lado, sea en la calle o en un motel, mejor juntos en la estancia, entre libros, una alfombra y por cocina un sartén.

Se ha muerto la noche, la luz urbana vuelve incierto nuestro anochecer.
Esas horas calladas vendrán después.