Despierto aún de noche y aspiro embriagado su color, la espesura de su cabello, y el aliento sucio después del sexo.
Su piel mil territorios explorados, que aún guardan un impulso salvaje y nuevo en cada excursión, por sus valles y cerros de suave recorrido, coronándose en sus respectivas puntas yace una virginidad no nata, para los temblores que la estremecen en inconfundible deseo.
Planicies ninguna, salvo la de su vientre, pronto fecundo, siendo la “v” , una letra que me acaricia dejándome un rasguño de amor en sábanas de luna.
Su piel mil territorios explorados, que aún guardan un impulso salvaje y nuevo en cada excursión, por sus valles y cerros de suave recorrido, coronándose en sus respectivas puntas yace una virginidad no nata, para los temblores que la estremecen en inconfundible deseo.
Planicies ninguna, salvo la de su vientre, pronto fecundo, siendo la “v” , una letra que me acaricia dejándome un rasguño de amor en sábanas de luna.