23 de marzo de 2010

En el taxi

A veces las campanadas son ahogadas por el tráfico, la muerte y la pobreza que se lo comen todo en la gran ciudad, pero aún así queda tiempo para soñar aunque sea un poco.

Sin dudarlo Gisselle, le preguntó a Don Gustavo por el hospital al que habían trasladado a Rubí, y volvió a tomar rumbo hacia la calle para subirse a un taxi y alcanzar a su amiga.

Las luces de neón, el alumbrado público y los faros de los coches iluminan el ambiente y a la lágrima que dejó escapar por un momento y que terminaría en su boca. Sentada en la parte trasera del taxi quiso prender un cigarro, pero reprimió su deseo y apoyó su cabeza sobre la ventanilla.

Sabía que la vida de una amante de las calles debía ser muy difícil, aunque el tema del sexoservicio era evitado en sus conversaciones, debía ser difícil estar a merced de cualquier degenerado noche tras noche teniendo al zumbido de las luces como único y mudo vigía de su soledad sin bragas sobre una cama. Eso creía Gisselle, eso creía.

17 de marzo de 2010

Todos tienen una historia

Todos tienen una historia, y cada cabeza es un mundo, un lugar común para narrar una triste historia, pero realmente son pocas las historias que resultan ser interesantes además de tristes, y es ahí donde aparece Rubí, todavía antes de nacer.

Hay quien dice que el lugar de nacimiento lo determina a uno, sin intenciones de averiguar tal aseveración lo que importa es conocer el ground de la peculiar vecina de Gisselle.

El estado mexicano de Michoacán fue el escenario natural para que los padres de la futura sexoservidora de la gran ciudad se conocieran en su día de descanso en el parque nacional de Uruapan, donde la vegetación junto con el color de su gente empobrecida y de histórica piel fueron cómplices para unirlos en sagrado matrimonio.

Era de esperarse que con las ganas de dos enamorados pasara muy poco tiempo para que la madre de Rubí se embarazara, ya era mucho el lograr casarse sin tener compromiso en el vientre antes del matrimonio, sacando cuentas, debieron encargarla a París en cuanto se encerraron su primera noche de bodas.

Tras unos ocho meses sin nada relevante que narrar más que las usuales complicaciones de ser ochomesina nacería en la ciudad de Pátzcuaro pesando un kilo doscientos nuestra futura Rubí del Carmen.

2 de marzo de 2010

Tres pesos de propina

Pareciera que todos sus jueves de cervezas son iguales, un poco de charla necesaria, actualización, especulaciones sobre el novio de su amiga (en el momento que se levanta a orinar e inspeccionar piernas curtidas de las mesas contiguas) ¿qué podría esperar?

Dicho ritual no le perjudicaba en absoluto, sólo la distraía de las horas distendidas de cada semana, de toda una vida, de su triste vida en una zapatería, de una pequeña plaza en una gran ciudad.

Al pedir la cuenta Rio se acercó para decirles lo que habían de pagar, cada uno sacó su parte y se le entregaron con todo y monedas a Rio, no había cambio que dar, el pequeño excedente de la cuenta fueron tres pesos, mismos que Rio apartó como propina.

Al llegar a la entrada del edificio, Gisselle no encontró a Don Gustavo, situación que era extremadamente anormal, sabía que dicho portero había hecho un juramento de no tocar gota de alcohol ya hace cinco años, ¿qué podría haberle sucedido? seguro no se iría, así como si nada.

Al adentrarse escucho voces apresuradas, y de pronto casi atropellándola salieron unos paramédicos cargando una camilla seguidos de Don Gustavo que con voz quebrada les rogaba que la cuidaran.

-¿Qué ha pasado?- Gisselle tras esquivar la camilla.

-Casi la matan, casi la matan, esos desgraciados no tienen madre -Don Gustavo sorbiendo mocos y pegando sobre uno de los barandales.

-¿A quién, Don Gustavo? –le preguntó Gisselle.

-A la señorita Rubí -ahogándose al hablar-. Por poquito y la matan.