26 de febrero de 2009

Borro las ideas

Borro las ideas, me consumen las tardes de medio sueño y sexo revolcado, custodiamos con miles de vallas al más espurio de los gusanos encarnizados de verde olivo.

Pierdo las formas conforme avanza la noche, con llamadas de niños extraviados, taxis oscurecidos y sabores salados pintando la lengua.

No he podido tronarme el cuello, y terminar esa historia de pozos e islas. Espero durante dos semanas, el cambio de aire, un respiro, y un amor.

Goyette

22 de febrero de 2009

Serpientes amarillas

Ese olor, aquella humedad, se queda, no soy yo, pero inflama y excita mis sentidos, me provoca un poco de asco, pero permanece en mi habitación, es un olor central, pero no está en ningún lado, pero lo abarca todo, y renuncia a marcharse.

He abierto la ventana clausurada, quizá sea eso.

Sigue, y más personas se percatan de ello, me repaso el olfato por las axilas y huelen mal, pero no es ese olor, busco debajo de la cama esperando encontrar una lata de calamar en aceite, sólo encuentro polvo, y un aparato de ejercicio de fin de siglo cubierto con hule espuma color azul.

Me pregunto si las serpientes amarillas apachurradas a medio camino de su hogar tendrán olor.

Goyette

17 de febrero de 2009

Vivo a cuatro horas

Vivo a cuatro horas, me paseo entre ciclos de vaga y de plena conciencia, también convivo con el seis, ese número de veces de transición entra cada cuatro horas en un día. Es importante decir, que en ocasiones se mezclan, pero aún siguen marcados.

Ayer en el último lapso de la noche entre letras, me sumí en un pozo con Tooru Okada, recordé la risa que me sobrevino en el funeral de la madre de una de mis compañeras poeta y teatrera, busqué pero no miré la famosa estampita de Gerardo Mayela, regalo en vida que me hizo mi abuela.
El nuevo período lo pase respirando por la boca, con todas las sábanas encima y el pijama largo, sin mucho que decir, sólo que los sueños, se han tornado altos como un papel tapiz en un hotel que creo conocí.

Y comienza otro tiempo, donde las llaves de la regadera se barren, y no llega el agua, espero, y me voy a otro baño con la ventana abierta y las llaves bien puestas, abandoné la idea de rasurarme la barba, y
llevar perfume, al vestirme voy por lo sencillo, lo que había, unos jeans, la camisa a rayas, y un saco roto, los trajes los recogeré más tarde en la tintorería.

Aún no terminan estas horas, apenas comienzan, pasando lista, respirando por la boca y dando clase, impregnado del ímpetu juvenil, sigo con otra clase, termino pronto con ella, y sigo en lo mismo, afortunadamente no me invade ningún escurrimiento nasal, y resisto. En una hora más estaré fuera.

Se abrió un estado más, y un paquete con mis papeles académicos, de vida, y la requerida cédula profesional, apresurando la comida, recogiendo mi ropa de la tintorería, acercando un pijama y recostando el cuerpo, para descifrar la textura de ese tapizado muerto.

Goyette Dos Gallos

12 de febrero de 2009

Busco una muchacha que vaya al mercado

Busco una muchacha que vaya al mercado, y lleve una falda ocre hasta los tobillos, que se llame Sara, y no Alicia, y que cargue con una cruz gitana en Andalucía.

Que sus dedos sean largos y su mirada escurridiza, su palabra suficiente y que por piel lleve el perfume de una poetisa.

Que por familia apenas tenga una tía, que le guarde altar al resto de su familia, y cuide de una perra llamada Camila.

Si ha de despertar cada día, que lo haga con la fuerza de los pescadores, y beba vino a mediodía, que sea maestra y la novia de cada pequeño, de pantalones rotos y lengua bravía.

En su tiempo libre ha de suspirar sobre hojas amarillas, y mirar al horizonte, más allá de las olas que rompen cansadas, muertas y saladas, sobre la misma piedra, donde fue fecundada.


Goyette

1 de febrero de 2009

Pienso en un pato de Montréal

No tengo el nombre del señor de los helados, se me ha escapado el rostro de mi primer amor, juego con mi primera palabra en inglés, se me vuelca el corazón en esas primeras manos, me vienen las lágrimas una vez más.

Pienso en un pato de Montréal, y en el reciclaje elegante tras el callejón, en dos chinos y un mural.

Me queda un beso en japonés, me sabe mal un intento por tercera vez, y sentirme aquí en total desnudez.

Quiero una lengua oficial, y un mar sin mucha sal, un te quiero de verdad, y un futuro cierto, que no cubra su faz.

Goyette